Tuesday, September 26, 2006

 

Dilema

El celular sonó a mitad del camino.

- ¿Aló?

Sólo oigo el silencio de la estática y tu indeciso aliento.

- ¿Aló?

Igual contestación.

- ¿Aló?

Quieres hablar y no lo haces ¿Te equivocaste de número? ¿O no sabes qué decirme?

- ¿Aló?

¿Por qué no hablas? ¿Hasta cuándo seguirás cegada en tus dudas? ¿Cómo puedo hablar si no lo haces? ¿Hasta cuándo?

Rei: Dime que es lo que temes.

Asuka: Dime que es lo que temes.

Misato: Dime que es lo que temes.

 

Pacto

Estás entre mis brazos. La tarde aún es joven y hace poco que acabamos de hacer el amor. Es la primera vez que veo mi cuerpo desnudo frente al gran espejo adherido a la pared. Mi piel es oscura: una descomunal sombra envolviendo tu pálida silueta en un abrazo. Veo tu rostro de niña complacida, con las manos colocadas en mi pecho.

Sonríes y apenas abres los ojos. Digo una anécdota de Les Luhtiers: “Era el joven más apuesto de la tribu, su piel era tan oscura que en la aldea le decían el negro” y nos reímos. Envuelvo con mi pierna tu cadera y nos abrazamos más fuerte.

- ¿Seguiremos siendo Aliados, cuando salgamos de aquí? – te pregunto mientras veo nuestro reflejo.

Tú levantas el rostro y posas un gesto decidido.

- No voy en contra-discurso, y como tú, mantengo mi palabra. Seguiremos siendo Aliados y también amantes.

Te acercas más y murmuras un secreto:

- Pobres de ellas que te rechazaron, no saben de lo que se perdieron.

Reímos cual cómplices, nos besamos y así seguimos abrazados, justo después de hacer el amor.

 

Tántalo

Miro tus ojos. Antes afables y pícaros
Hoy frígidos e indiferentes,
Que no me dice nada. (silencio forzado)

Miro tus ojos otrora Vivarachos,
Hoy inertes para mí y no para el resto (irónico)

Promesas posibles, preguntas sin respuestas
Lamentos extintos, un juramento.
Todo empieza desde ese día (inexplicable)
No sé cuando termine. (paciencia a un lado del camino)

 

En un Rincón

Elizabeth, sentada sobre la alfombra, sigue escuchando al hombre que conoció hace seis meses en Manta, y que había venido a visitarla como lo había prometido.

La noche continúa avanzando, con la música del reproductor (una canción de Police). Las palabras y el vino que fue poseyendo sorbo a sorbo a la ex-señora de un matrimonio que jamás existió.

Elizabeth, ya desinhibida por la voz del vino, toma la mano del hombre y lo lleva al baño, estrecho pero ansioso. Se deja tocar como no se había dejado en meses, en tanto sus manos tocan atrevida el miembro del hombre, jugando con él.

Besos irrefrenables, primeros gimoteos.

La mujer siente que él la levanta arrimándola contra la pared. Elizabeth se arremanga su falda con que saliera del trabajo en la mañana y abre las piernas.

Entre los besos que el amante hace a su cuello y sus senos, Elizabeth se abraza a él, y con su mano guía el sexo levantado a ella. Gemido de sorpresa, penetración deliciosa. El gozo se dibuja en la cara de la mujer y su cuerpo se retuerce a las embestidas del macho. Gemidos en aumento, palabras en baja voz pidiendo más.

La mujer sujeta el cuello del hombre y lo besa a los labios.

Unos golpes llegan a la puerta. Una voz familiar la llama. Pregunta si está bien y algo sobre la comida.

- Haz lo que quieras, ya mismo salgo

Los pasos se retiran, y los amantes retoman el acto. Elizabeth vuelve a gemir, más rápido, más intenso. Sus piernas se abrazan a la cintura del hombre que la penetra más profundo y exaltado.

Elizabeth se convulsiona con una exclamación ahogada por los besos del macho. El sabor del orgasmo, su cuerpo envuelto en sudor asido a su pareja, el semen llenando su interior en la agonía de la erección.

Se besaron y acomodaron sus ropas. Salen del baño volviendo a la sala.

- Hay pizza en la cocina – dice la voz que los interrumpió, ahora proveniente del dormitorio.

Elizabeth y su amigo traen la caja recién ordenada, comen lo que pueden y se quedan dormidos sobre la alfombra espesa.


No hablaron mucho hasta llegar al terminal de buses. En quince minutos partiría el primer transporte a Manta.

-Ven conmigo – dice él -. Te amo.

- Si me amas, quédate.

- Tú sabes que no puedo hacerlo – toma la mano de ella-. Deja todo esto y ven.

- Tú sabes lo que pienso – Elizabeth se deja besar una vez, quizá la última.

- ¿Volveré a verte?

- No lo sé – responde ella apartándose de él - . El bus está yéndose. Debes irte.

El hombre sube al transporte sin decir nada.

Elizabeth abrocha su chaqueta, escondiendo su generoso escote, se acomoda el cabello y llora todo lo que puede, antes de ir al trabajo, a su rutina como madre y la soledad que le espera al volver a casa.






Wednesday, September 20, 2006

 

Azul

Abro la puerta de mí armario. La chaqueta azul sigue ahí guardada, un objeto mítico, testigo de mis correrías, de los momentos en que te cubrió de la lluvia, del frío y te acompañó en tiempos más venturosos.

Mi prenda compartida, como nuestros secretos.

La chaqueta azul sigue ahí colgada en su armador, con muchos recuerdos y tú aroma de OSADÍA...

 

Lo Que Más Detesto: Todo Sobre Mi Padre

Una de las cosas que más detesto es la expresión que dice la gente cuando viene a casa “Eres igual a tu padre” y la verdad no puedo evitar sentirme más molesto.

Es que hablar de mi padre es hablar de una guerra fría que ha durado hasta hoy, y que dudo que se llegue a la paz.

Por un lado están los innumerables episodios en que soporté su menosprecio, cuando él sojuzgaba mi mente y cuerpo. Quería que yo fuera como él que pensara y actuara como él.

No voy a reproducir sus insultos porque me trae malos recuerdos a mí memoria a excepción de algunas escenas clave: La noche cuando tenía tres años, en que lo vi golpear a mi madre por no haber comprado el tanque de gas para tener lista la comida a su llegada del trabajo.

La tarde en que me enseñó a empujones y coscorrones a manejar la bicicleta, bajo una tarde lluviosa, repartiendo sus vejaciones por todo el barrio y frente a todos los vecinos. Las lecciones de natación donde me gritaba en público. Las patadas frente a sus amigos y familiares. La ocasión en que me tuvo despierto la noche de mayo de 1986 enseñándome unas malditas fórmulas de cálculo para el examen de admisión a “Vietnam”, y el correazo que cayó sobre mí cabeza, el más fuerte de los tantos que me dio hasta la madrugada. Todo esto, más sus insultos provocaron en mí un rencor, odio y venganza.

Por otro lado está su doble discurso. Hablaba de la armonía cósmica y el amor universal, conceptos que nunca aplicó o pretendía aplicar. Él, un hombre impaciente, autoritario, resentido cuando no hacían caso de sus “consejos”, machista, celoso, un hombre que detesta ser contradicho, incapaz de oír y tolerar errores, y sobre todo, inútil a la hora de respetar las ideas del otro.

Por eso nunca lo he considerado mi padre. No confío en él, ni le tengo respeto, porque el respeto debe ser merecido no forzado, y por ello no le guardo lealtad alguna.

Entre el miedo y las humillaciones tuve que construirme basándome en modelos que nada tienen que ver con él. Con el tiempo descubrí que uno de los propósitos de esta vida es romper con los círculos y no cometer los errores del pasado. Por eso soy fiel a mis discursos, porque son por y para mí y nadie más. De ahí que tuve conciencia de mí y de lo que debía ser: Un hombre flexible, justo, ecuánime, que propone y no impone sus ideas; alguien carente de celos enfermizos, un no autoritario. Y soy lo que soy por y para mí, no para quedar bien con el resto. Con ello desarrollé mi sistema de justicia basado en la venganza, cruda pero necesaria. Como diría Marcela “Nadie tiene por qué humillarte”

El dolor causado por él en mí es irreversible. Por eso lo veo como el insignificante que es, hasta el extremo de no derramar una sola lágrima cuando muera. Por eso, y porque los daños que me ha hecho, le doy la espalda.

Tuesday, September 19, 2006

 

Sobre el Lesbianismo

En una de las clases de teatro, la maestra pidió a una pareja que simulara a una hija que le decía a su padre que era lesbiana y que se iba a vivir con su novia. El conflicto se desenvolvía acaloradamente en el escenario; desde nuestros asientos observábamos atentos.

Cristina, que estaba sentada a mi lado, no ocultaba su incomodidad frente a esa situación simulada.

- Yo no le veo nada de malo – dije.

- ¿Qué – me miró ella sorprendida - ¿Sabes l oque estás diciendo? ¡Eso no es natural!

- Natural o no es lo de menos – seguí observando el escenario –. Si yo tuviera una hija, no me molestaría para nada que fuera lesbiana, y no me opondría a que tuviera novia o viviera con ella.

- Eso no es normal.

- Este no es un mundo normal ¿O sí? Si alguien quiere ser feliz con alguien de su mismo sexo, que lo sea.

- Va en contra de los designios de Dios – objetó Cristina.

- Lo que significa que dios no es perfecto – finalicé y seguí mirando el ensayo.


Monday, September 11, 2006

 

Retrospectiva

Nací en parte porque mi mamá lo deseó y en parte para retener a mi padre a los quince días de vivir juntos.

Crecí sin saber que tenía un nombre hasta los cinco años (el nombre de mi abuelo, tal vez puesto por venganza o qué se yo). Nunca fui tomado en cuenta por mis primos. Era muy pequeño para subirme al coche de madera y no podía jugar a la cocina con mis primas, porque me dijeron que era juego de niñas. Por eso aprendí a jugar solo, cuando mamá me dejaba en el cuarto para ir a clases, con dos biberones que las acababa a medias luego de tanto llorar. Poco a poco vería y aprendería lo que me convirtió en lo que soy. La primera vez que vi a mi padre golpear a mamá porque no había comprado el tanque de gas, la primera paliza de mi padre porque los vecinos hicieron señas de que les abriera la puerta cuando no había nadie en el cuarto (yo era muy joven para entender lo bueno de lo malo).

Estuvo el miedo al dentista, el miedo a la oscuridad. También la primera vez que jugué con una niña vestida de lila a tomar flores. El horror que sentía cada vez que mi padre me llevaba a nadar donde se daba gusto en humillarme frente a los demás. Los cambios de casa del sur al norte (esa noche mi padre me hizo comer la enorme mitad de un queso descompuesto) y luego al valle (el no-mundo como yo le decía). La ruda formación en la primaria militar (que me hicieron lo que soy). Las fugas de clase, una semana escondido en la chatarra detrás de la escuela donde imaginaba otro planeta; las burlas del profesor de dibujo al reclamar que mis dibujos no eran trazados por mí.

Los primeros viajes al Oriente en avión: mi distracción y temor cuando alcanzaba una turbulencia o la tormenta eléctrica a mitad de vuelo. La primera vez que vi el Imperio contraataca y el Regreso del Jedi, marcó mí vida aún sin saber lo que era Star Wars. Mi imaginación entonces decidió rebelarse contra la puta realidad. También vino Robotech (más tarde sabría del anime). Rick Hunter fue mí héroe, mucho más que superman.

Estuvieron los insultos de mi padre en público y en privado; patadas, cachetadas y palabras que devinieron en feroz rencor. Me forzó a ir al colegió donde él estudió: Central Técnico. Quería que yo fuera como él (y no lo soy); los golpes que de me dio mientras me enseñaba cálculos para el examen de ingreso hasta las cinco de la mañana. Ojos hinchados, cuerpo dolorido gracias a su correa remachada; mi odio por él aumentó, lo mismo que por los putos números.

Vietnam nunca me gustó. Los primeros tres años cursé a duras penas y repetí el tercer curso por matemáticas con 01 sobre 20. La fuga que casa, durmiendo bajo el puente de Conocoto (cuando empecé a vivir en el Valle), creyendo que el mar estaría al cruzar una montaña. Luego la captura de mi padre, cuando recurrí a mi tía y me delató. Vacaciones de esclavo más insulto. No era nadie.

Me transfirieron a un colegio de tercera: el Técnico Alangasí, otro ambiente, otro infierno; un amor platónico por una chica boba; mi mejor amigo, Fer, fue el único con quien algo congeniaba. La soledad aceptada, los recreos en que me pasaba acostado en el pasto, hicieron que me presentara donde la sicóloga del batallón y me preguntara si usaba droga. Me revisó los brazos, nada de piquetes. Era obvio, las drogas, el tabaco y el alcohol nunca fue ni será lo mío.

Mi impopularidad, frente al liderazgo de Fer. Viví Vietnam hasta el quinto año bajo su sombra. Quería ser como él y para bien o para mal, no lo conseguí.

La primera amistad femenina: Marcela (y el primer gran dolor que me hizo cuando ella creyó que me gustaba, cosa que nunca fue cierto. El golpe que me dio antes de volver a Chile casi me llevó al suicidio) Fue ella que rescató los valores que carecía una tarde de noviembre lluvioso. Ella puso la semilla de la rebeldía y de los cambios que debía hacer. Cambié de mentalidad y de cuerpo deforme a algo mejor. Pasé de ser un temeroso a temido y respetado en el último año en Vietnam.

Luego vino la Universidad, el intento fallido de estudiar en la politécnica. No pasé del primer semestre del precurso y las dos últimas matrículas me dediqué a escribir y jugar cuarenta. Estuvo Paty, mi amor platónico de entonces, y ella supo deshacerse de mí cuando me dijo por teléfono “Llámame cuando tengas algo interesante que decir”.

Decidí ir a la Facultad de Comunicación, creyendo que enseñarían diseño y cine: un error. Luego decidí tomar los hábitos y ser rockero (sigo siendo Rockero y lo sere hasta que el cuerpo aguante). Decepciones en la facultad, prejuicios, compañeros falsos. Hallé pocos y leales amigos como el General Kenobi, Edith y Amy. En una reunión con unos tipos que conocí fuera de la Universidad, vi que una chica de ojillos verde marihuana me sonrió. Llegó la Tercera Elegida: Lucy.

Fer me presentó a una chica que odia los números y gusta del anime como a mí, y que luego se iría a Europa dos años hasta que volví a ver a Sara: la Cuarta Elegida.

Yukino se incorporó como la Quinta Elegida en muy poco tiempo, por su lelatad y valor demostrados.

Mi amor frustrado por Edith, desde que la conocí una tarde jugando rayuela en la universidad. Luego Lucy una noche de abril; el exilio, el regalo de su cumpleaños que encomendé a Yukino a que lo entregara en su trabajo...

...Si pudiera trazar un gran mural donde estuviera plasmada mi vida hasta ahora, sería una obra de arte sin fin. Tanto que nombrar, tanto que recordar. Ignoro cómo será el final de todo esto, si seré recordado o no. Si alguien mencionará mi nombre. Si soy un sueño temporal en cada una de la gente que se cruzó en mi vida o un viajero sin nombre...





 

Reencuentro

Caminamos juntos como no lo hacíamos en años mientras la tarde se va.

Tomamos un café y nos olvidamos de todo por un rato. Nos llega la noche y seguimos caminando. Han pasado años y estamos juntos. Sigues igual de hermosa.

Detengo el paso y te abrazo fuerte. Siento tu piel y lo delicioso que es rodear tu cintura. Estamos frente a frente con tu mirada fosforescente de los primeros destellos nocturnos. Acerco mis labios a tú oído y murmuro.

- Vuelve a ser Edith, la Edith, sibarítica, sensual y lasciva que una vez conocí y que una vez me enamoré.

Escucho un “Lo haré”.

Te acompaño a la estación. Mientras vuelves a casa, sonrío. A pesar de nuestros secretos compartidos, en especial cuando meses antes revelé que te amaba en aquel espacio temporal que estuvimos en la universidad, aún seguimos siendo Aliados. Es bueno saber que conservas mi amistad, es bueno saber que sigues conmigo...

 

Doble discurso: La Filosofía del engaño

Llevar una buena máscara o imagen no es suficiente. Hace falta un discurso o una filosofía personal. Al igual que la máscara, mucha gente usa el discurso para malos fines, como obtener notoriedad y la ovación para llenar su vacío ego. El discurso mal llevado es de por sí una mentira y son varias: “Yo creo en el amor universal” “La naturaleza es vida” “No hago las cosas que no me gustaría que me hicieran” “La conciencia cósmica” etc.

Tarde o temprano, uno descubre el engaño cuando quien lo utiliza va en doble discurso, es decir, cuando no practica lo que predica. El engaño queda al descubierto, para ver que la persona que lo usó y no lo aplicó no es más que un ser sin valores, ni sentido común.

El discurso o filosofía bien conducido no es para quedar bien con el resto, sino para uno mismo. Es un proceso en continua evolución, sujeto a equivocaciones y reconstrucciones cuando uno toma conciencia del error cometido. El discurso está a prueba a diario y hay que aplicarlo, así como evitar el doble discurso, no por el qué dirán, sino por y para uno mism@.

El mal discurso es una mentira (más pronto cae el mentiroso que el ladrón), mientras que un buen discurso (usado para bien) es parte de la esencia del ser, y como la máscara, no te hace perfecto, sino diferente.

¿Y tú, qué discurso tienes?



Monday, September 04, 2006

 

Venganza: la versión informal de la Justicia

Darth André dijo una vez que la Venganza es la versión informal de la justicia, y coincido en ello. Cuando yo era más joven, sostenía la idea de perdonar y olvidar toda clase a agravio injusto contra mi persona, pero a la larga me di cuenta que no funcionaba, así que adopté lo que yo llamo venganza a través de la maldición.

Consiste en un mecanismo de defensa, tomando como referencia las tácticas de defensa que hay en la naturaleza, ejemplo: La raya posee un aguijón venenoso que actúa cuando la pisan, el erizo levanta las púas ante cualquier peligro, la serpiente cascabel agita su cola como última advertencia y la rana flecha posee una toxina en su piel tan potente que el solo tocarla conduce a la muerte.

Culturalmente existen deidades de venganza como la Diosa Hindú Kali, que tiene seis brazos, sea para bendecir al justo y maldecir al malvado.

Mi mecanismo de defensa parte de estas premisas de cual parte mi propia ley personal. Me explico: yo baso mi vida en ir sin hacer daño al prójimo, pero si alguien comete un acto de agravio injustificado sea físico, verbal o psicológico me veo en la lamentable decisión de vengarme mediante una maldición que hago en la media noche. Una vez activado es cuestión de esperar. Tarde o temprano me entero hasta darme por satisfecho.

Ejemplos: Cierto empleado de mi facultad me prohibió realizar mis prácticas en el centro de audiovisuales por ser rockero. Al cabo de unos meses fue humillado delante de todos los docentes de la facultad.

El profesor que tenía que asesorarme cuando conseguí hacer la pasantía no me monitoreó y me dejó hablando solo por teléfono como un tonto. Quince días después lo vi con la pierna enyesada. Y así hay otros casos más gracias a mi eficaz don. (ojo, como la diosa Kali, también tengo el don de bendecir)

Suena bastante cruel, pero, el hecho de que sea vengativo no significa que yo sea malo. Solo exijo reparar el daño ni menos, ni más. La persona que cometió el acto debe darse cuenta de su error y enmendarse, ese es también el propósito.

Sólo hay dos formas de salir de esa maldición: soportarlo, o pedir disculpas de corazón.

La ley es para todos, sea quien sea, caiga quien caiga. Así es como me he defendido, por eso no me meto en problemas y muy poca gente osa hacerme daño, y el que la hace lastimosamente (y aunque yo no quiera) debe pagar las consecuencias de sus actos injustos.

Me vengaré de todo mal que me hagan ¡Yo se los devolveré!
(Mägo de Oz)


 

Máscaras

Todos los humanos usamos una máscara o imagen. Bien conducida es una buena herramienta de interrelación, mal usada llega a generar decepción y dolor.

La gran mayoría usa la máscara para malos propósitos, para conseguir un objetivo no merecido, para manipular al otr@ y desecharlo@ cuando ya no es útil.

No importa cuán buen actor sea el individuo. Tarde o temprano, la máscara mal utilizada cae y el verdadero rostro aparecer, el verdadero yo que usó la imagen de desvalid@, inteligente, seductiv@, liberal, bondados@, para mostrarse tal cual es un ser cruel, despreciativo que nunca tuvo valor de confrontar sus temores, debiendo desquitar sus penalidades con los que nada tuvieron que ver.

Si me preguntan que si uso máscara, sí, yo llevo una, la llamo no-máscara o antimáscara. Consiste en llevar conscientemente una imagen, en mi caso una que infunda miedo, como recurso de defensa; así nadie me hace daño, además, que es un recurso de advertencia antes de que me obliguen a usar mi verdadero poder. No uso mi antimáscara para malos propósitos, al contrario, solo aquellos que ven más allá son capaces de descubrirme tal cual soy. Mi no-máscara y todo lo que soy no me hace perfecto, sino diferente.

¿Y Tú qué máscara usas?

 

Exilio

Croxus abandonó la fortaleza sin hablar con nadie. Dirigió sus pisadas presurosas hacia el pequeño bosque en las afueras, donde se detuvo.

Revisó sus pocas pertenencias: su fiel espada, su bolso de viaje que contenía un libro, un cuaderno de viaje, dos mudas de ropa, una frazada, alimento para tres días. El dinero que había reunido durante el tiempo que estuvo allí le duraría seis meses.

Todo estaba listo, pero un grupo de voces se acercaron a él antes de que diera otro paso.

- ¿ Por qué te vas? – preguntó Amy, la alquimista.

- Wholfyld me ha exiliado.

- ¿Por qué? – preguntó Yukino la más joven de sus aliadas - ¿Por qué lo hace?

- Ni yo mismo lo sé – respondió el hombre que miraba la cartera de cuero donde estaba inscrito su nombre, un regalo que recibió de las propias manos de Wholfild días antes de su repentino cambio –. He hecho todo lo posible por defenderme, pero se niega a creerme – la guardó en sus ropas -. No la entiendo.

- ¡Me encargaré de ella! – exclamó Sara, sacando vehemente sus espadas cortas -. ¡Veremos que tan buena es en un duelo!

- No, Sara – la contuvo tocando su brazo -. Es mejor dejarlo así. Si ella no me aprecia y quiere creer lo peor de mí que lo haga. Yo me retiro tranquilo, pues nada debo.

- ¿Adónde iras? – dijo Edith, la juglar.

- Lejos y cerca. El hecho de que Wholfyld me mande al exilio no significa que las vaya a abandonar a ustedes.

Yukino empezó a llorar.

- No te vayas.

- Yukino – Croxus se acercó a la joven –. No llores estaré contigo igual que ellas. Además, Amy, Sara y Edith te cuidarán. Estás en buenas manos – la abrazó.

El atardecer se avecinaba sobre el bosquecillo. El resto de mujeres impidieron que sus lágrimas resbalaran en sus caras.

- No estaré lejos – animó el hombre -. Tranquilas. Si ven a Wholfyld, díganle que esto es sólo un hasta pronto, que yo sigo estando ahí cuando tenga problemaso quiera hablar, y que sabe cómo buscarme cuando quiera restaurar el equilibrio. Cuídenla por mí.

Croxus tomó sus cosas y emprendió camino junto con el ocaso seguido de un breve canto de pajaritos.
Finalmente, cuando las mujeres ya no pudieron distinguir la silueta del hombre. Edith, Amy, Sara y Yukino lloraron amargamente...

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