Tuesday, August 25, 2009

 

Cayendo

Se dejó caer al vacío. Había oído sobre cómo era ir hacia la oscuridad insondable, en especial de aquel que logró sobrevivir para renacer como un Demonio. Ahora podía sentir el vértigo, la ventisca con un dolor en el pecho, las lágrimas de testigo y la velocidad de un descenso que no termina hasta que el impacto golpea los músculos.

El fondo de labismo la recibió sin beneplácito, oscuro y húmedo. Su cuerpo dolorido no respondía, apenas su respiración entristecida le hacía notar que aún tenía vida, mas el dolor podía más que su voluntad de levantarse.

Su tacto descubrió cortaduras por algunas partes de su cuerpo producto del roce con los riscos, pero más le dolía su interior. Había perdido lo que una vez a amó y eso superaba todos los dolores imaginables, pues dolía más que todos juntos.

Ella creía que era su fin. Si embargo percibió un siseo de alguien volando y una tenue luz cuando una silueta tocó el suelo. Fue entonces que descubrió al ser de alas negras, pero se hallaba tan debilitada que no pudo decir su nombre.

- Tranquila – dijo él -. He venido a cumplir el pacto. Estuviste conmigo cuando yo caí, ahora es mi turno de cuidarte.

El Demonio posó su mano en la mejilla de la mujer, para demostrarle su presencia en tanto sus alas negras la cubrían del frío. Si bien ella seguía dolida, al menos ya no se sentía tan sola.

 

Sobre la gente sobrada

En todo lugar, siempre hay alguien con el complejo de superioridad. Sea en las aulas o en el trabajo existe, ese síndrome de infundada arrogancia por el simple hecho de tener un puesto privilegiado a nivel académico o laboral. El punto es que, por ese simple hecho, la persona sobrada tiende a mirar con desdén al resto de compañeros, e incluso tiende a menospreciarlos con actitudes nada loables.

A lo largo de mi vida me he topado con esa clase de gente ¿y te digo algo?, más me da risa que intimidación. Es que la persona que es sobrada, por el hecho de ser así, no tiene mi admiración, ni lealtad, peor mi respeto, la veo como una pobre entidad sin valor, y sus tontos berrinches para mostrar su importancia no tienen efecto en mí.

Soy un Demonio orgulloso, por tanto, nadie tiene derecho a menospreciarme; el que lo hace simplemente debe pagar sus acciones, porque mientras más altanera es una persona, más impasible y vengativo me pongo. Es por eso que l@s sobrad@s no se atreven conmigo, puesto que no les temo.

Ell@s sólo son un@s acomplejad@s y me tienen sin cuidado sus pobres conflictos.




Tuesday, August 18, 2009

 

Fárrago



Es inútil. Por más que hurgues el laberinto electrónico, no existe nadie del otro lado del monitor, sólo silencio e hipocresía.

 

Monotonía

Bien sabes que detesto que me restriegues las cosas a la cara, sobre todo lo concerniente a tu vida perfecta y desabrida. Ya sé que vives un final típico de cuento de hadas ¿Acaso no tienes nada nuevo qué contar? Yo sé que no. En tanto te empeñas en seguir restregando en un afán ilógico de enfadarme y lo que consigues es solo hastiarme. Confiésalo, te has vuelto predecible.

Es por eso que la muralla sigue ahí por más maquillada que esté, remendada de formalismos y protocolo, todo para evitar una discusión innecesaria, al menos para mí. Tal vez sea la consecuencia de un despertar o a lo mejor el nexo se vendió a lo cotidiano, no sé. No busco una excusa, tampoco una explicación para algo evidente. Sólo quedan los recuerdos que una vez dieron sentido al nuestro entorno, mas ahora ya no hay nada que me ate aquí. Todo tu ser es ahora artificial, una copia moldeada por la realidad, la misma que te hace repetir la misma escena de restregarme lo que no me interesa.

Por eso me marcho al este, aprovechando que estás dormida.

Wednesday, August 12, 2009

 

Mirada

Poseo una mirada siniestra,
Demoníaca e insolente
que expulsó lo sagrado
y el miedo a la condenación.

Mirada renacida de las cataclismos
que desechó lo que una vez creí,
borrando la ceguera tildada de amor,
expresando el devenir a mi modo
y no de ningún otro.

La mirada que tengo
carece de humanidad.
Es fría, indolente,
marcada con furia.

Esa es la mirada que yo sencillamente tengo.
Indolente frente a lo impuesto
furiosa frente a los embusteros.

Wednesday, August 05, 2009

 

Despeñadero

El borde adorna mis pasos,
el río allá abajo es mi preámbulo;
madrugada cruel.
Mujer silenciosa, es el mismo frío.

La vida es una contradicción:
se premia la malicia
se ignora la virtud.

Por eso busco la muerte
no por cobardía,
tampoco por ser mártir.
Es ahora mi opción
tras el desengaño.

No insistas,
no hay consuelo para mí.
Sigue tu vida de perfección en barro,
que yo retaré la mía.

Me aparto de ti y de todo lo sé.
Sonrío:
Has ganado este juego
me lanzo al vacío...


(A la memoria de mi primo Valdimir)

 

Tras el regreso

La joven se recostó al lado de él, después de hacer el amor. El placer de poseerlo, de sentirse acariciada tras meses sin verse comenzó a desvanecerse. Solo quedaron el sudor de sus cuerpos, la cama adolorida tras la pasión, las pulsaciones aceleradas que deja el orgasmo y las palabras que escapaban entre uno y otro gemido.

Ella sabía que no debía verlo, pero lo hizo. Tal vez por costumbre, por necesidad de darle gusto a su joven cuerpo o porque en el fondo de ella aún sentía amor por él, por aquel muchacho de mirada triste.

El cuarto seguía igual, desde la vez que ella le terminó. Una computadora tatuada con adhesivos de pájaros, el armario verde donde guardaba la ropa desordenada, unos libros de dibujo que se mezclaban con las películas de DVD de guerra que tanto le gustaba. Un afiche de una grácil sirena empotrada en la pared fue testigo de la escena de sexo desbocado sin rastro de afecto. Ella lo sabía, solo fue sexo y nada más. Miró las prendas que convivían momentáneamente con las del joven entre las calientes cobijas, y suspiró.

- No debí venir.

- No debimos terminar en la cama, Sonia – replicó él.

- Para serte sincera, te extrañé, por eso vine apenas supe de tu regreso. Pero ahora no sé qué pensar.

- ¿Lo disfrutaste?

- Sí. Me gusta hacerlo contigo, por eso quería sentir tus caricias al menos una vez más.

Él no contestó, prefirió guardar silencio. Sonia pasó su mano encima de la cicatriz en forma de ave incrustada en el antebrazo que él se había hecho con bisturí.

- Tú no vas a cambiar, ¿verdad?

- No, y lo sabes – contestó él -. Por eso terminamos ¿Acaso lo olvidaste?

- No lo he olvidado – Sonia recogió presurosa sus prendas, vistiéndose sin importarle que él la miraba ensimismado.

- Si sales de esta habitación, te pido que no vuelvas más.

Sonia se abrochó el jean, tomó su bolso a rayas, pero antes de salir respondió:

- Me hubiera gustado entenderte.

La puerta se cerró. Sonia siguió caminando sin mirar atrás, apurando el paso para no volver a esa habitación y quedarse con aquel hombre.

Atravesó media ciudad en el primer taxi que la rescató. Al llegar a casa se secó las lágrimas y fue directamente a su cuarto. Levantó el cobertor que guardaba el vestido recién confeccionado.

Acarició el vestido de novia.

Mañana, una parte de ella moriría en el altar.

















































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