Tuesday, November 25, 2008

 

La Novicia y el Demonio

La novicia seguía rezando en la capilla. En la soledad de sus rezos, no se percató del paso del tiempo, la noche había llegado y solo su murmullo pregonaba un cántico que sonaba en disimulado eco.


- Rezas mucho – oyó a alguien detrás suyo. La novicia se asustó, volteó desconfiadamente a mirar al intruso. Allí estaba él vestido de negro, seductor.

- L-lo hago por mi vocación – titubeó ella- .Pronto me consagraré a él. Estaré casada solo con él y él le serviré.

- ¿De veras? – contestó el demonio - ¿Una mujer tan hermosa como tú va a seguir el llamado religioso?

- ¿Qué quieres de mí, acaso mi alma? – increpó ella, con su fe puesta a prueba.

- ¿Tú alma? Yo no vengo por tu alma. Vengo a liberarte

- ¿Acaso quieres que sea tu servidora?

- No quiero que seas una servidora, ni de tu dios ni para mí, sino de ti misma.

- Y como lo harás?

- Despertándote. ¿Acaso no deseas ser dueña de tus destinos, sin temer a nadie ni siquiera a tu dios?

La novicia no se dio cuenta que mientras hablaban terminó arrinconada cerca del púlpito. Su corazón latía, pero no de miedo; un furor le advino en su ser como nunca en su vida.

- Siento tu deseo - murmuró el demonio a su oído, haciéndola estremecer de placer creciente -. Deseo de sentirte viva, pero no sabes como. Te sientes atada como la ropa que usas. Cada botón que llevas es una atadura.

Uno a uno, los botones de sus ropas cedieron sin oposición de la joven. Intentó negarse, pero se sentía transparente ante él, conocía muy bien sus propósitos y contradicciones, de seguir la vocación que la habían puesto desde niña, o desconocer los temores de la fe.
Estaba semidesnuda. Sus ropas habían caído al piso dejando al descubierto su bien formado cuerpo, esa silueta tachada de pecado por los puritanos. Por primera vez se sintió sensual, deseada, mujer retadora. Una leve humedad se filtró por su panty, lúbrica, cálida, ansiosa.

La mano del demonio bajó despacio explorando la suave pelvis, hasta llegar a los contornos de su sexo. La novicia jadeaba despacio sin oponerse al calor de su piel.

- Estás caliente - musitó él - ¿Cuanto crees que dará tu dios por tu castidad?

- N-no lo sé - respondió ella con una vocecilla de excitación. Y ella se arqueó, dejando escapar un gemido más placentero en el instante en que el demonio introdujo un dedo dentro ella, lubricándose aún más.

La novicia no pudo más besó al demonio, entregándose a sus caricias.

- ¡Sí, sí! ¡Despiértame! ¡Despiértame!

El demonio obedeció. Libró el último broche de su sostén, y besó sus agitados pechos, lamiéndolos sin consideración, al igual que su cintura y todo rincón vulnerable a las exclamaciones ardientes de la novicia.

Ambos cuerpos cayeron lentamente a los pies del altar, frente a la cruz sin vida. La novicia instintivamente abrió la piernas. La luz de las velas rodeaban su cuerpo ruborizado con sus contornos sudorosos y la lubricidad de su sexo abiertos como flor en rocío.

Miró el miembro del instigador, listo para aceptar la invitación de ella. La novicia asintió en silencio y el demonio introdujo su falo despacio, desflorándola paciente, cariñoso. Un gemido más intenso inundó la capilla, un ardor lujurioso recorrió por todo su cuerpo, siguiendo los ritmos bamboleos del demonio, dejándose tocar toda, mientras ella lo aprisionaba con sus piernas. La novicia gemía con cada embestida, su voz murmuraba incoherencias al oído del demonio, al tanto que la lubricidad de su sexo seguía rodeando y recibiendo al miembro invitado. Finalmente, los movimientos de él se hicieron más vigorosos y un delicioso grito le llegó a la novicia en la cumbre del éxtasis, alcanzando lo que sus manos no pueden atrapar, dejándose llenar por los líquidos de quien la despertó.

La novicia se recostó dormida en el pecho desnudo del demonio por unas horas.

Antes de la llegada del alba, la mujer volvió a colocarse sus ropas. Sentía que ya no era la misma, y que sus sentidos percibían su entorno con otra visión.

- ¿Volveré a verte?

- Depende de lo que diga tú libertad.

- ¿Eso significa que si?

El demonio le sonrió.

- Cuando tus deseos lo quieran, ahí estaré.

Las alas negras del demonio aparecieron, envolviéndolo hasta desaparecer de la capilla.

La novicia volvió a estar sola. Su mano palpó el crucifijo que le habían dado al entrar al convento, lo notaba liviano, sin sentido. Miró a la cruz empotrada en el altar, a lo que hasta recién había creído. En silencio, la mujer se desprendió del pendiente, la depositó en el altar y se retiró sin arrepentirse.


 

Sobre la moda y mi leve inclinación de la misma

Hace dos años atrás escribí algo referente titulado “La desigualdad de la igualdad de los géneros (parte III: moda, necesidad o qué?)”, si sienten curiosidad o si son lectores nuevos que recién están sintonizando este humilde blog pueden buscarlo, leerlo y opinarlo. En resumidas cuentas expuse que el capitalismo genera muchas industrias, en este caso la moda, y que es un misterio descifrar quien o qué determina la tendencia en el vestir así como el juzgar qué es “in” y qué es “out”.

Retomando un poco esto de la moda, digamos que es uno de esos males necesarios ya que todos, directa o indirectamente, seguimos sus dictámenes. Al decir directamente me refiero a gente que es esclava de las tendencias, que muda toda su guardarropa en un dos por tres, e indirectamente me refiero a aquellos que canalizan el asunto del vestir hasta conseguir hacerlo original.

El secreto del vestir, como dijo una vez mi entrañable amiga Marcela, es hacerlo parte ti, darle esa originalidad única. Con el tiempo entendí que al igual que en “Saint Seiya”, que tú haces a la armadura (o ropa en este caso) y no la armadura a ti.

En mi caso personal, mi manera de vestir no a variado mucho con el paso de los años. Desde mi niñez usaba jeans y camisetas, posteriormente ya en la adolescencia seguía usando jeans rectos, lo que si me encantaba en esa época eran los zapatos deportivos de caña alta marca Reebok, y más aún quedé fascinado cuando vi la segunda parte de Volver al Futuro, donde Marty Mc Fly se calza unas Nike con una caña que le quedaba a los tobillos. Yo soñaba con tener uno de esos (por si las, esa peli me vi cuando me eché la pera en el cole y me vi la doble función contínua de volver al futuro I y II, pero eso es otra historia). Días mas tarde mi mamá me compró un par de esos zapatos que estaban en boga, unos Adidas de colores blanco, rojo y azul. No eran como los de Marty, pero se les asemejaba un poco, en lo personal me gustaban esa clase de zapatos, no porque fueran aniñados, sino que para mí punto de vista, eran muy estéticos, originales y que caminar en ellos se sentía tan suave como si andaras todo el día sobre una alfombra de algodón. Ya al llegar al penúltimo año de colegio me compré el reemplazo de las Adidas, un par del mismo modelo de marca Troop, eran de color azul y blanco, y les puse unos cordones azules por unos que lo que quedaban, era igual de rico caminar con ellos. Las camisetas habían cambiado, por ese entonces reuní dinero suficiente para comprarme unas 7 camisetas estampadas en Marathon de todos los colores; habían unos tonos que quedaban conmigo y otros que la verdad no, es más una vez tuve un buzo de color verde fosforescente que me puse algunas veces (¡qué foco!).

A partir del sexto curso empecé a usar gafas, sencillamente porque, hasta hoy, me lastima la luz del sol; como ya cursaba en el ultimo nivel de ese antro, uno se sentía como el jefe sobre los inferiores y más aún sobre los novatos; debo decir que me sentía temido con ellos y más aún cuando usaba gafas, una de las poquísimas sensaciones agradables que tuve en Vietnam.

Mis fieles Troop me acompañaron hasta la entrada a la universidad allá por 1995. en esos año decidí convertirme en rockero, ya que no me consideraba alguien común. Empecé a andar de negro y con unos brazaletes que aún los uso. Me daba gusto percibir que la gente se abría paso cuando andaba por los pasillos en el ICB de la politécnica (solo estuve 3 semestres ahí) ya que tenía aspecto igual de temido, un conocido me dijo una vez: “Pareces el enviado de Jhon Connor”.

Ya en cuando estudié en la FACSO, seguía igual con mis jeans rectos y mis gafas, las únicas cosas que cambiaron fueron las camisetas; de la gama de colores escogí el rojo oscuro, el azul marino, el verde oscuro y el negro, a excepción de las camisetas de estampados rockeros igual de negras. También cambié de calzado, empecé a usar botas de seguridad industrial de punta de acero. Los usaba en el colegio, pero no muy seguido, así que decidí usarlas hasta el día de hoy. Posteriormente, por esos años empecé a comprar camisas, pero no cualquier camisa, sino de las que tiene bolsillos con botones en el pecho. “Las necesitarás algún día” solía decirme a mí mismo y ya ven, los uso para ocasiones formales y en este caso para laborar temporalmente en la Estación. Lo último que he adquirido son chalecos de esos con bolsillos múltiples, son tan prácticos, al principio tuve dos: uno verde oliva que le presté a mi hermana para sus viajes a la selva porque estudiaba biología (y que se dio gusto en gastarla jeje) y otra de jean claro, que luego la teñí de azul marino. Cuando empecé a laborar en la Estación compré una de color negro, muy versátil pues tiene bolsillos por todo lado y que queda bien con mi camisa y con mi labor en los medios. Me gustan mucho los chalecos, y por eso mi hermana me regaló uno por mi último cumpleaños.

Una de las cosas curiosas respecto a mi forma de vestir y la moda es que parece que ella me copia. Me explico. Hace diez años me compré mis primeros cinturones negros con agujeros remachados (aún los conservo), pero que ocurre que días después empecé a ver jóvenes con esos cinturones, lo mismo me pasó a inicios del dos mil cuando la primera generación de jeans comenzaron a gastarse, y toda la gente empezó a andar con jeans gastados, pero la diferencia es que estos fueron comprados ya a la fuerza, es decir que esos gastados fueron hechos en la fábrica y que no se comparaban con los míos que se los ganaron con el tiempo y con el uso. Estos mismos jeans, me refiero a los míos, empezaron a romperse y, para no botarlos pues tienen mucho valor sentimental para mí, decidí remendarlos con parches rockeros o similares, o a su vez con bolsillos de jeans ya “muertos”, y ¿Qué creen? Ahora veo en las calles a la gente con jeans similares a los que parcho con la diferencia de que ellos los adquieren así de la fábrica. ¿Qué imitadores no?

En fin, como dije antes, la moda nos sigue directa o indirectamente, pero la mejor moda es la que no se sigue, y para ello es necesario ser original en lo que te pones y explorar algo novedoso que sea apropiado para tu guardarropas. Así nos diferenciamos quienes son esclavos de las tendencias y que aunque no se den cuenta, y como dicen en su argot, ellos sí están “out”.

Tuesday, November 18, 2008

 

20 cosas antes de morir

Chateando hace unos meses con Kodama le conté una de las tantas cosas que haría antes de... bueno de colgar el equipo. En fin, dado que algún momento llegará ese suceso inevitable escribiré las 20 cosas que haría antes de morir:

1) Pasar un momento con cada una de mis mejores amigas.- Deseo otorgarles un tiempo a cada uno de las miembros de mi círculo, compartir con cada una de ellas las tantas charlas que tanto disfruto escuchar, pues ellas han sido parte importante en este largo recorrido, a cada una de ellas las quiero y las admiro mucho a la vez que he aprendido un poco de cada una de ellas.

2) Ir de excursión a las montañas.- Me gustan las excursiones cerca de las montañas, no he ido a una en años. Un fin de semana, acampando a la orilla de un lago cerca de una montañas se oye muy bien para mi.

3) Fumar opio.- “Ese opio, la flor de la pereza” Yo no soy partícipe de las drogas, pero dado de estar en las puertas del final ¿Qué puedo perder?

4) Probar LSD.- Mí maestro dijo que el LSD se usa en terapias sicológicas, en donde el paciente hace una autoexploración, algo así como un viaje místico. En lo personal me gustaría probarlo.

5) Planear mi testamento.- Tengo muy pocas posesiones, aún así, deseo repartirlas entre las gente que más quiero.
6) Subirme a una montaña rusa.- Nunca me gustó subirme a uno de esos artefactos, con todo quisiera hacerlo, en especial en la montaña rusa llamada Tatsu.

7) Dar un paseo en avión.- no he volado en avión por años. Desearía hacerlo y si es desde la cabina, mucho mejor.

8) Hacerme un tatuaje.- Si llego hacerlo sería sobre algún diseño anime en mi brazo derecho.

9) Escribir mi último haiku.- Los samuráis y los monjes Zen solían recoger sus últimos versos antes de morir, es una tradición que hasta hoy se mantiene entre los sacerdotes Zen.

10) Ver un atardecer. Me gustan los atardeceres, es uno de los espectáculos más hermosos, ¿no lo crees?

11) Tomar un helado. Me encantan los helados. Hay un sitio donde te sirven unos conos grandes, Yukino me lo hizo probar una vez.

12) Tener una sesión de jaccuzzy.- ¡Ah! ¡El jaccuzzy en el Oasis! Es uno de los sitios más agradables en el que he estado. Me gustaría estar ahí, y más aún si alguna de mi círculo se ofreciera de voluntaria (ojo no sean mal pensados)

13) Ver toda la saga de Star Wars y El Señor de los Anillos.- Soy un fan de esas películas que marcaron mi perspectiva. De hecho, me pasaría todo el día viendo esas obras del cine cómodamente recostado en la cama de mi humilde cuarto.
14) Ver a una Aliada de cachitos.- ustedes saben, me fascinan las mujeres cuando están recogidas el pelo en cachitos. Desearía verlas a todas en cachitos, pero con una voluntaria me conformaría.

15) Ver una película en 3-D.- Es de hecho una experiencia fantástica. Cuando vez una película en 3-D parece que estuvieras ahí tan cerca.

16) Leer un libro.- De preferencia de ficción. ¿No te ha pasado que cuando lees algo que te gusta simplemente no paras de leerlo y releerlo?

17) Oír mi música.- Rock por supuesto. El día de mi funeral deben despedirme con mi música y con honor.

18) Enamorarme.- Debo admitir que siento algo de curiosidad por saber lo que es estar enamorado, ustedes saben, es un asunto de humanos.

19) Mirar la luna llena.- Siempre me ha fascinado la luna. Me gustaría mirarla en una noche llena de estrellas.

20) Gastar todo mi dinero en la orgía más turbulenta de mi vida.- Ya que nada tengo que perder en una situación en que la vida acaba, tomaría los pocos ahorros que he juntado para derrocharlos en la parranda sibarítica que recordaré cuando me haya ido. ¿Qué como sería esa orgía? Uds ya saben que no tomo ni fumo, así que ya lo imaginan lo que haría.
Bueno mis lector@s espero que este escrito les haya permitido ilustrar lo que haría en los últimos instantes.

 

Sobre los comerciales y falsedades similares

Creo que la mayoría de ustedes tiene noción del por qué de los comerciales y del papel que desempeña en todos los medios de comunicación. Con todo haré un pequeño recuento antes de ir al ejemplo en concreto.

Los comerciales han surgido desde que el hombre se dedicó a ofrecer sus productos, estuvieron en boca de voceadores itinerantes, luego estampados con la invención de la imprenta y posteriormente se adueñaron de medios novedosos como lo son la radio, la televisión y ahora el internet.

La función de los comerciales es obviamente ofrecer productos o servicios bajo la creación de necesidades para un destinatario, es decir, para el consumidor. De esto se vale la publicidad para recurrir en distintas estratagemas para convencer al consumidor de las bondades del producto. Específicamente en el campo audiovisual, la publicidad crea ambientes superfluos, que a veces opacan el producto o su vez generan estereotipos dependiendo del target o destinatario preciso. Solo basta con ver cada comercial en Tv por ejemplo, donde aparecen escenas por demás fantasiosas,: la chica que sale de playa para beber una cerveza, la familia feliz reunida a la hora de comer, el hombre de negocios exitoso, estudiantes contentos por usar una marca de cuadernos, los típicos jóvenes que van de farra con tal marca de cigarro en la mano, en fin, hay muchos ejemplos. La demanda o la creación de los hacen de los comerciales una herramienta para captar la atención del consumidor, pero la mayoría de estos avisos mediáticos tienden a ser manejados sin enfoque, llegando a imponer un discurso oculto y a veces cruel.
El ejemplo en concreto que voy a describir es el de cierto shampoo “solo para hombres”
Que ha salido al mercado que empieza con E y termina con O.

Quienes han visto los promocionales de este producto, vemos a un “hombre” quejarse de que, como las mujeres han ido ganando espacios, el dominio del “hombre” a su vez ha ido decreciendo, al tanto de que ni siquiera existe un shampoo para “hombres”.

Dicho sujeto, típico macho-sufridor, alega que debido a estos cambios, los “varones” no valemos nada, se queja de que las cosas no sean como antaño, es decir del típico macho insensible, prepotente, golpeador y en el que las mujeres mantenían un “decente” segundo plano. Y lo peor, alude que, debido a la carencia de un shampoo para “varones” se “nos ha contagiado” los “males de las mujeres” con eso él trata de decir que ser sensibles, respetuosos, francos, no es cosa de hombres sino de homosexuales y mujeres.

Si analizan los promos antes mencionados, notarán que tienen un discurso altamente machista y que por lo tanto denigra no solo a la mujer, en este caso indirectamente, sino a los masculinos.

Muy en lo personal, y lo digo como masculino, no me siento identificado con esos bodrios de comerciales. Me parece ofensivo que se quiera menospreciar a cierta clase de hombres por tener mejores valores que la facción machista que aún puebla nuestro entorno. La estrategia de promocionar un producto así está mal empleada, y así hay mucho ejemplos que se basan del prejuicio para denigrar tanto a mujeres como a hombres, todo con el fin de vender un simple producto. Me pregunto ¿Hasta cuando podrán soportar esta clase de afrentas? Saquen ustedes sus opiniones.

Tuesday, November 11, 2008

 

Lágrimas en medio del camino

La joven se hallaba sentada a un lado de la oscura carretera en el medio de la nada. La noche había llegado y el cielo presagiaba una fina lluvia.
La persona que amó la dejó abandonada tras haberla gritado que no le importaba que se perdiera. Cuando ella se sumió sola en sus sollozos, apareció el demonio.
- ¿Puedo ayudarte?
- ¡Él me abandonó aquí!- gimoteó ella -. ¡Me gritó y me dejó aquí sola!
- ¿Eres de la ciudad cierto? – preguntó él.
Ella afirmó callada.
- Estás muy lejos.
- Vine con unos amigos de mi facultad – respondió ella -. Hicieron una fiesta cerca de aquí. Ayúdame a regresar con ellos.
- Está bien.
El demonio ayudó a la mujer a levantarse. Mientras caminaban, ella le narró lo ocurrido.
- Llevábamos dos años juntos. Yo regresé de Alemania por él. Lo cuidé, procuraba darle todo lo que necesitaba, y le di todo mi amor. Ahora se comporta de esta forma, humillándome delante de mis amigos por sus celos infundados y abandonándome así como así, como cualquier cosa. Yo-yyo lo amaba – volvió a llorar.
El demonio suspiró de compasión.
- Los celos son indicativos de inseguridad. Y lo más penoso es que él te ha utilizado, jamás te ha valorado. Lamento lo que te ha ocurrido.
La mujer siguió llorando al entender las palabras de su acompañante. Al reconocer el lugar, ella se detuvo a secarse las lágrimas.
- Ahí está la entrada – dijo con algo de calma -. Gracias por ayudarme, gentil demonio.
- Debes ser fuerte y resurgir – le aconsejó.
- Muchas gracias, y adiós.
El demonio la vio entrar a la casa iluminada por la fiesta, y una vez que se halló solo, volvió a internarse en la negrura de la noche.
Nota uno: Mismas historias, personajes diferentes. El Gran Morboso no es nada original en sus guiones.
Nota dos: ¡Ah, los humanos! Son seres tan conflictivos.

Tuesday, November 04, 2008

 

Abismo

Hay momentos en que el quebranto llega. Todo lo que una vez creíste y amaste se deshace como castillos de arena en el mar creciente. Las máscaras desparecen, la ilusión que cegaba tus ojos se evapora por igual, hasta que te invade la incertidumbre.

Un dolor recorre presuroso por tu cuerpo, te hace temblar la piel y los huesos, en tanto despiertan las lágrimas que son difíciles de controlar. Sientes a tus pies tocar la orilla del profundo abismo. Temes perder lo que tanto amaste, temes caer. Dependes de un desenlace frágil como cristal, que dictaminará si valió la pena sacrificar lo que tanto creías o si caerás irremediablemente a la penumbra.

Temes caer, porque la caída deja cicatrices y mucho dolor.

Como tú, estuve al borde de mi abismo y caí. Te diré que recuperarse es un proceso largo que demanda el tiempo de curarse de las heridas, al igual que el de reconstruir el orgullo sacrificado, debiendo además enfrentar tus propias sombras, tus propios temores.

Habrá momentos en que sientas la agonía sujetando tu cuerpo, y que el tiempo gira rápido extraviándote en miles de dimensiones, con la tristeza como muda compañera.

Yo lo sé, pues sobreviví a todo eso. Solo te diré que, si algún momento llegas a padecerlo, estaré ahí para confortarte. Estuviste conmigo en esos momentos de mi historia personal, por tanto nunca olvides que tienes mis manos para levantarte y mis alas para cubrirte mientras sanen tus heridas.

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