Sunday, February 24, 2013

 

EXTRAVÍO (AL LADO DE CYNTHIA)


Cinthia corrió demasiado tarde. El autobús con sus compañeros de trabajo se fue alejando por el rústico camino de tierra, dejándola sola en medio del páramo y en la base del imponente nevado. Tan sólo hizo caso omiso del guía, se puso a caminar la orilla del lago, alejándose del grupo que temporalmente permaneció en el sitio tomando fotos en el último punto del recorrido. Al ver de reojo que el transporte comenzaba a moverse, ella corrió lo más que pudo hacia la gran roca que servía como punto de encuentro, pero, como era de esperarse el vehículo se alejó dejándola sola.

No pudo evitar mascullar una grosería, un lujo que podía darse cuando la reportera de farándula no estaba delante de la cámara; tampoco pudo explicar cómo es que sus propios compañeros de trabajo no la hayan esperado. Sacó su llamativo I-phone, su histeria aumentó cuando notó que no había señal. Estaba sola, en medio de la nada, entre el detestable frío, el lago y el nevado, ambientes tan ajenos e incómodos para una mujer acostumbrada a las frivolidades del ambiente de farándula, las luces y las apariencias. Cuando logre volver al canal el lunes, le diría algunas cosas a la tonta de recursos humanos por haber organizado un viaje tan ridículo como este.

Alzó las manos y lanzó un último e inútil grito para llamar la atención, pero el bus se perdió en el sendero seguido de una estela de polvo. Cynthia se disponía a correr, cuando notó a alguien moverse a un lado de la gran roca.

Aquel no era más que Eduardo, quien se había quedado dormido en una hendidura que halló en la roca a orilla del lago, se había despertado al oír el escándalo de Cynthia. Verla no la causó agrado y a ella le pareció lo mismo.

-          ¿Qué ocurre? – dijo él, colgando su mochila de excursionista.

-          ¡Nos dejaron! – dejó aflorar su histeria -. Tenemos que volver al campamento de la reserva.

Eduardo no hizo caso, sacó su celular, un modelo totalmente opuesto al de la glamorosa reportera.

-          No hay señal.

-          ¡No me digas! – contestó sarcásticamente -. ¡Vamos, tenemos que alcanzarlos!

Eduardo consultó su reloj, puso su mochila al suelo, sacando de su interior una carpa plegable.

-          ¿Qué estás haciendo? – preguntó Cynthia.

-          Prefiero quedarme aquí.

-          ¡No estás oyendo! - se exacerbó finalmente -. ¡Tenemos que ir al campamento de la reserva si queremos volver con el grupo a casa! ¡Así que deja esa porquería y vamos!

Eduardo ya tuvo suficiente de aquella engreída y se puso frente a frente.

-        ¡En primer lugar tú no me das órdenes y no estamos en el canal para soportar tus niñerías! ¡Segundo: dentro de muy poco llegará la noche y es muy peligroso ir en la oscuridad, podemos perdernos más de lo que estamos, o lo que es peor, tropezarnos con algún barranco! ¡Tercero yo que quedaré aquí a pasar la noche y me iré apenas salga el sol al campamento de la reserva! ¡Si tanto apuro tienes en irte, pues lárgate y déjame tranquilo! ¡Si te pierdes será culpa tuya, me oíste!

Cynthia no replicó. Era la primera vez que vio a Eduardo molesto de ese modo y lo que es más, que un hombre le hablara de ese modo, tan acostumbrada a los halagos de quienes se derretían por sus encantos. Se ajustó el cierre de su chompa, se dio media vuelta como niña malcriada y empezó a alejarse del sitio.

Eduardo continuó armando la carpa plegable que en muy poco tiempo estuvo lista para ser usada. Inmediatamente sacó de la mochila una cocina compacta para montañista, colocó una olla con agua del lago y la puso a hervir. Pasaron veinte minutos cuando vio a Cynthia volver hacia el precario refugio.  El hombre seguía sentado sobre una mediana piedra disponiéndose a cenar una sopa instantánea y fingió no verla.

Cynthia tomó asiento en otra piedra con evidente enojo en su cara. Se había dado un tropezón, provocando que se su jean de doscientos dólares se rasgara a la altura del tobillo, aquel tropiezo la hizo recapacitar y volvió en silencio.

Eduardo extrajo un tarro de sopa instantánea y se acercó a ella colocándola cerca de sus pies.

-          Si tienes hambre te dejo esta sopa. Solo añades agua caliente…

-          ¡Sé lo que es una sopa instantánea!

-          … y te la comes - apagó la cocineta -. Voy a la carpa a dormir. El frío será muy fuerte, así que te sugiero que te metas a la carpa apenas hayas comido. Y descuida no voy a propasarme contigo. Tengo cosas más importantes que en vez de dedicarme a eso.

Cynthia permaneció un buen tiempo afuera, para su suerte el cielo estaba despejado y pudo ver las estrellas y una luna creciente flotando al lado del pico del imponente nevado. El frío se hacía más fuerte, se levantó de mala gana y se introdujo en la carpa lo suficientemente espaciosa como para acoger a cinco personas, así que no se preocupó de pasar una noche estrecha con el tipo más antipático, según ella, del canal.

La mañana llegó con algo de bruma. Eduardo y Cynthia tomaron café caliente y galletas con algo de queso. Eduardo no se extrañó que ella no la ayudara a desarmar la carpa, cosa contraria si la cámara de televisión estuviera frente a ella en una cobertura, hasta hubiera sonreído de gusto por echar una mano. Una vez acomodado las cosas en la mochila, el hombre se la puso en su espalda y caminó el sendero seguido de la mujer. No hablaron casi nada, Eduardo prefería evadir  la conversación. Caminaron por dos horas y una hora más tarde un jeep se acercó a ellos. Era la patrulla de guardabosques que recibió la orden de buscarlos al notar su ausencia por parte de los compañeros de trabajo.

Fueron llevados al campamento de la reserva donde una camioneta del canal los estaba esperando. Por orden de la jefa dispuso que ambos se tomaran el día libre luego del percance vivido en la montaña. Cada uno fue llevado a su respectiva casa al llegar a la ciudad.

Una vez ya en su cuarto,  Cynthia pudo finalmente sentirse a salvo en su cama rodeada de las fotos de los artistas que ha entrevistado y los regalos que conservaba de sus antiguos novios. Solo ahí cuando se sintió a solas pudo murmurar:

-          Te detesto.  

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