Tuesday, August 23, 2011

 

Desde la cuneta

Un auto me embistió tan fuerte que me arrojó al fondo de la cuneta en la carretera...
Toda mi corta vida vino a mi, junto con el miedo al tratar de descifrar lo que pasó.

Todo da vueltas en mi cabeza y no logro coordinar mis pensamientos. Intento levantarme, pero siento que uno me obedecen los músculos. Horrorizado descubro que tengo los huesos rotos al igual que mi espalda. No puedo moverme y el sol ya ha salido.

Intento pedir ayuda en mí idioma pero la poca gente que veo cruzar la carretera me ignora, viran la vista al verme y siguen su camino. El sol avanza, el calor del cemento y el asfalto son insoportables.

Al llegar la tarde alguien se acerca hacia la cuneta, me revisa y se retira. Pensé que también me olvidaría, pero más tarde vuelve con un poco de agua y algo de pan. Me los da a probar; no había comido ni bebido en semanas. El sabor me reconforta un poco, aunque sé que mis lesiones no sanarán.

Aquella persona revisa mi cuerpo incrustado en esa trinchera de cemento; entre el ruido de los camiones descubre lo mismo que yo que mis heridas y mis huesos rotos impiden que me saque de ahí y si lo hace sufriré mucho dolor de lo que siento.

Él me da un poco más de agua. Los minutos pasan y la tarde se está yendo, el sol duele menos.

Otra persona llega al sitio, es una mujer, creo que doctora. Me examina y apenada la escucho decir:

- No se puede hacer nada. Debemos dormirlo.

Tengo miedo pero no puedo decir nada. Entiendo que si me dejan así será más duro mi sufrimiento y mi muerte será mucho más dolorosa. Mis probabilidades están en contra, pero es mejor morir rápido que hacerlo lento.

La mujer saca algo de su maletín, algo cilíndrico y puntiagudo, busca una de mi venas, inyecta el liquido, siento algo de calor; luego prepara otro liquido y lo introduce en la misma vena. Es ahí que siento a mi corazón acelerarse, mi cuerpo tiembla. La persona que me dio el pan y el agua no puede evitar el llanto, y la mujer me mira en silencio.

- Ya está – es lo último que logro escuchar de ella. Y mi último respiro se pierde con el polvo de la carretera...

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