Crónicas de mi Lado Oscuro

Parte del descontento y frustración que pesa en la mayoría de la gente radica en los errores que cometieron nuestros padres al cuestionar e imponer nuestro futuro.

Estoy más que seguro que todos pasamos por esas crisis y discusiones familiares en torno de lo que serían nuestras vidas, sobre qué estudiaríamos y de cómo nos ganaríamos el sustento.

Habrá mas de uno que en algún punto de su vida se habrá preguntado: ¿”Qué estoy haciendo?” o “¿Qué hubiera sido si estuviera haciendo lo que me gusta?”. Muchos de ustedes tuvieron sueños de sus posibles futuros durante la niñez. En aquel tiempo, relativamente inocente, deseábamos ser de todo: piloto, arqueólogo, médico, cantante, pintor, escritor, dibujante de cómic, actor, escritor, viajero, astronauta, en fin esos deseos que lo teníamos en nuestros corazones con tanta fe al punto de que lo llegaríamos a cumplir; pero, desgraciadamente apareció un obstáculo llamado “pero” y sus cómplices: nuestros padres y familiares.

“Pero, y cómo vas a subsistir estudiando eso” “Pero, esa no es una carrera lucrativa” “Pero, dudo que puedas encontrar trabajo con eso” pero, pero y pero. Para añadir esas discusiones, los familiares, principalmente nuestros padres, aparte de ver con malos ojos esas decisiones para ellos equívocas, “aconsejan” “las opciones con futuro”: abogado, arquitecto, empresario, ingeniero, doctor (esto no quiere decir que estas profesiones no sean apreciables, sino que no van con las expectativas de uno), casi todas ellas surgen como sus frustraciones de lo que ELLOS quisieron ser en su debido tiempo, en otras palabras, cometen el conocido síndrome de vivir en los ojos del hijo.

Ocurre entonces que el hijo, al verse presionado opta por seguir el “consejo” de sus familiares, ocurre además que logra sus metas a través de un modo de vida que nunca le gustó y que en su interior no se siente bien. Podrá tener una casa, un auto, pareja, hijos, pero no es feliz y ¿porqué no es feliz? Simplemente por no haber seguido su propio destino.

Y las consecuencias son obvias: hacer un trabajo que nunca le ha gustado, por más buen dinero que reciba, mal genio, estrés, depresión, sintiéndose mal por estar viviendo una mentira.

Hay otros factores por las que también han obstruido las aspiraciones de uno: mala situación económica, enfermedad, accidentes, calamidad, pero la presión familiar es la principal causante de que haber despreciado lo que se pudo ser. Sólo los que tuvieron valor por al menos subsistir a su modo, pueden considerarse afortunados.

(Te pregunto a ti: ¿Qué te hubiera gustado ser y si aún estas a tiempo de hacerlo?)