Tuesday, November 24, 2009

 

Enmarañada

Después de permitir que me besaras, te miré absorta.

- ¿Qué tienes? - me preguntaste contrariado.

Instintivamente me separé de tus brazos que acariciaban mi cintura, pues ya no los encontraba agradables.

- Esto no está bien - respondí, levantando la mochila que dejé caer llevada por el momento.

- ¿Qué es lo que no esta bien? - replicaste.

- Lo que hiciste.

- ¿No te gustó?

- No lo sé.

- ¿Qué tratas de decir?

- ¡No lo se! - repliqué aún incómoda, como se rechaza un bocado con excesivo limón.

Me miraste sin perder la calma.
- Yo te quiero.

- Pero yo no lo sé.

- ¿Es por Alex?

- Alex no tiene que ver - desvié la vista. Tenía ganas de decirte que ese era el motivo por el cual sospechabas, pero no tuve el coraje. Te volviste a acercar, intentando escudriñar mis ojos.

- Estoy enamorado de ti.

- No deberías.

- ¿Por qué?

- No puedo decírtelo, ya que sólo tienes una leve idea sobre mí. No soy lo que tú supones.

No dijiste nada por un instante, hasta que tomaste tu mochila que reposaba sobre la acera temporalmente olvidada.

- Será mejor irme - dijiste muy serio -. Te veré mañana en clase.

No te respondí. Permanecí de pie en esa esquina, y sólo me retiré cuando vino la llovizna, donde pude esconder mis lágrimas y mis dudas.


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