Tuesday, September 15, 2009

 

Jugando a los amantes

La pareja había salido al centro comercial a almorzar, después de haber tenido una mañana de sexo desbordado.

Al terminar el último trozo de carne, el hombre acercó su silla y abrazó a la mujer.

- ¿Cuánto más tendremos que vernos así a escondidas? – preguntó él.

- Me gusta que nos veamos así, ¿A ti no?

- Sí.

- ¿Cuál es tú duda entonces? – inquirió ella.

- ¿Si tú marido nos ve, o si alguno de sus amigos nos descubre y le cuenta?

- Que lo haga, no me importa. Él no me da lo que tú me das.

- Me halagas.

- ¿Qué hay de ti?

- Mi esposa es puritana, la detesto, no es buena en la cama. Si me casé con ella fue por el hijo que estuvo esperando y tú?

- Ya te dije – contestó la mujer, apoyando la cabeza al hombro de su amante -. Mi esposo me da todo, menos lo que tú me das.

- Divorciémonos - propuso él.

- No podemos y lo sabes – contestó ella -. Al menos yo no quiero hacerlo.

El hombre decidió cambiar el tema, sabía bien cuantas veces habían hablado de lo mismo tras las dosis de clímax, tornándose en un asunto sin solución que tendía más a enfriar el ambiente después del amor. Miró a las personas comiendo en la mesa contigua, que al parecer oían la conversación.

La mujer le besó la mejilla.

- ¿Te gustó, cómo lo hicimos?

- Por supuesto – respondió él -. Me gusta todo de ti, como me acaricias y te mueves cuando estas arriba de mí.
- ¿Cómo una desquiciada? – canturreó ella

- Como una golosa desquiciada.

- A mí también me gusta como lo haces. Te mueves con un ritmo que me enloqueces.

Una erección invadió al hombre, se lo hizo saber a ella.

- Tú sí sabes como prenderme – dijo, en tanto confirmó que las cuatro personas de la mesa contigua estaban oyendo la charla y cuchicheaban entre sí.

- Aún tenemos la tarde – propuso el amante que abrazó a la seductora mujer -. ¿Qué te parece si en vez de ir al cine, rentamos un cuarto cerca de aquí y repetimos lo de la mañana?

La mujer sonrió pícaramente.

- Suena bien.

- Entonces vamos.

La pareja se levantó, oyendo las murmuraciones desaprobatorias de la gente de la mesa contigua.

- Qué indecentes – alcanzaron a escuchar.
Unos metros mas adelante, Croxus rió.

- ¿Te diste cuenta de cómo nos miraron?

- Sí – rió Nilith por igual -. Se lo creyeron.

- Menos mal que me seguiste la corriente. Me gustó el tono sexy que usaste para describir las acciones en la cama.

- Igualmente digo de ti – repuso Nilith -. Eres muy convincente.

Ambos rieron, mientras seguían caminando por el centro comercial.

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