Tuesday, April 21, 2009
Dos Caras

Con este preámbulo nos damos cuenta que todos, absolutamente todos tenemos dos caras, por no decir varias, pero en este caso solo nos referiremos a las básicas: el bien y el mal.
¿Hasta qué punto somos buenos, hasta qué punto somos malos? ¿Acaso depende de una coyuntura? ¿Dependemos de la opinión de segundos o terceros para saber si nuestras acciones y personalidades son catalogadas dentro del bien o el mal? ¿Qué o quien determina lo bueno y lo malo?
Si bien la sociedad se rige bajo la ley y la moral, sus integrantes buscan el modo de ir en contra de ellas, manejando una imagen pública cuando se trata de estar de lado de la ley y las buenas costumbres, y privada cuando se trata de lo ilegal y lo inmoral. La gente entonces finge en causas nobles cuando le conviene ya sea a nivel social, laboral e incluso personal con el fin de sentirse importantes, mientras que en privado rompe sus propios preceptos, manejando así un doble discurso conllevando a la hipocresía.
Y es que la mayoría de la gente comete tales actos sin ser honestos consigo mismos, y eso es peor ya que no se practica lo que se predica. Aún así, por más que seamos honestos tendemos a hacer daño, con la diferencia que la honestidad interna nos puede dar una leve orientación, mientras que la hipocresía tiende a cegar.
Así pues, podemos deducir que se hace el bien y el mal al mismo tiempo pues todos tenemos dos caras, luz y sombra; y saber dilucidar lo correcto de lo incorrecto no es nada fácil, en especial cuando no se cuestiona interiormente de los actos. “Procurar vivir sin hacer daño al prójimo” es por tanto una consigna que se pone a prueba día a día, misma que se requiere de mucha responsabilidad.
Ante unos podemos ser héroes, ante otros villanos. Ante unos podemos ser salvadores, ante otros tiranos. Una cosa es cierta. Se puede engañar a cualquiera e inclusive a la historia, pero jamás a uno mismo.