Crónicas de mi Lado Oscuro

El destino es un factor difícil de entender y la vez impredecible. A veces nos llegan ciertos eventos que nunca creímos tener que atravesarlos; nos preguntamos si en verdad lo merecemos, en especial aquellas situaciones adversas. Cuestionamos si el sufrimiento es consecuencia de nuestro karma, o porque al Gran Morboso le gusta vernos en predicamentos.

¿El inestable destino juega con nosotros? O como diría Forrest Gump ¿Acaso todos tenemos un destino o vamos flotando como una pluma en la brisa o son ambas cosas que suceden al mismo tiempo?

Si eso es cierto, ¿Significa que fue necesario conocerte, fue necesario sentir tanto dolor junto con la alegría que una vez supiste brindar? ¿Fue realmente preciso ser testigo de tantas cosas buenas y malas? ¿Fue imprescindible que me hayas descubierto y que hayas cambiado parte de mi vida como yo hice en la tuya?

Así mismo, el destino nos coloca en puntos que cambian radicalmente el sendero por donde vamos. El conocer a alguien, el amar a esa persona, la propuesta de un viaje, un trabajo; seguir a alguien en matrimonio, el mudarse a otra ciudad; en fin, existen tantas posibilidades que cambian nuestra perspectiva para bien o para mal.

La verdad que el destino es uno de esos enigmas sin respuesta concreta ¿Será que a veces estamos en el sitio y tiempo adecuados o es que su misterioso proceder nos muestra su cara cuando menos lo esperamos?

Aquí la suerte no tiene nada que ver con el destino, ya que este último ocasiona condiciones en extremo decisivas que pone a prueba nuestro temple.

¿Hasta qué punto debemos seguirlo? ¿Hasta que punto debemos ser esclavos de su caprichosa voluntad? ¿Quien es el que manipula sus hilos, acaso el Gran Morboso? ¿Y si es así con qué autoridad? ¿Dónde queda entonces nuestra voluntad de decisión?

Como sea, el destino es uno de esos misterios que sabe cómo cambiar nuestros derroteros en el momento menos indicado.