Wednesday, February 13, 2008

 

Documental Alienígeno

ADVERTENCIA

El siguiente documental fue realizado encubierto a riesgo de ser sorprendidos los investigadores quienes participaron durante el transcurso de este trabajo. Las imágenes, así como las expresiones son de fuerte contenido no apto para menores de edad. La crudeza del contenido justifica el objetivo de este documental que es el de sensibilizar a los espectadores.

Los kinguilianos nos hemos caracterizado, o mas bien dicho jactado de ser una de las civilizaciones más avanzadas a lo largo y ancho de la galaxia conocida. Con una cultura y una tecnología avanzada, suficiente para que cada uno de nosotros lo apliquemos bajo las directrices de la equidad y el respeto, deberíamos ser una especie digna de ser llamada civilizada, pero no es así.

El estatus que nos auto impusimos, como una especie superior, nos ha enceguecido y transformado en seres déspotas y caprichosos, con ansias de ridículo poder y la verdad es que estamos lejos del ideal que muchos de nuestros más grandes filósofos propugnaban en sus respectivos tiempos.

Nuestra sociedad es cruel y bestial, disfrazada de civilizada y amparada en los vacíos legales que deja la justicia, lo suficiente para ser comprada con dinero u otros poderes. La corrupción lo permite y pesa más que la ley...

Nuestro investigador encubierto se embarcó en una nave espacial ilegal de cacería, disfrazada como nave de carga minera y con su cámara escondida registró lo que con palabras sería por demás difícil describir. Presten atención.

(Siseo de la cámara. Se ve ya cercano el planeta destino)

- ¿Este es?

- Si señor – responde el que parece ser un miembro de la tripulación –. El planeta Tierra. Seguro que encontrará lo que tanto busca por el precio que pagó.

- Dicen que los testículos de humanos, son excelentes afrodisíacos – ríe torpe el comprador-, pero no creo que la demás gente venga por lo mismo.

- Descuide, amigo. Muchos de ellos han pagado caro como usted, pero por razones distintas. Aquel grupo que ve, pertenece a un consorcio farmacéutico interesado en los ojos humanos; ese otro son carniceros de un hotel especializado en riñones humanos a la plancha, un plato muy costoso; aquellos son de una industria muy interesada en el aceite de esos animales y esos de más allá son cazadores deportivos. Estaremos en órbita del planeta en 300 nilkems (una hora terrestre)

CORTE.
En otra escena la cámara del investigador capta los preparativos para la cacería. Todos preparan sus armas y suben a las lanzaderas del hangar. Los cuatro vehículos atraviesan la atmósfera terrestre, temporalmente se separan y buscan las presas. La nave en la que va el investigador halla una colonia de humanos que huyen despavoridos al ver la nave. Esta vuela bajo y de sus escotillas salen escupidas redes de acero y arpones reforzados con púas. El primera remesa de humanos es arreada a la bodega de carga. La acción se repite tres veces más.

En poco tiempo, todas las lanzaderas regresan a la nave espacial. Cada grupo traslada su botín a las bodegas procesadoras a punta de porras eléctricas, rasgándoles sus ropas y parte de sus pieles.

El investigador acompaña al tripulante con quien hablara anteriormente.

- Quiere el producto fresco, ¿Cierto?

- Desde luego.

El tripulante abre la puerta de la bodega procesadora dos.

- Después de usted.

Las luces se encienden y la cámara enfoca al grupo de humanos que vio capturar. Están asustados. No hace falta entender su rústico lenguaje, en sus caras se insinúa el temor.

- Escoja.

La cámara registra la nerviosa mano del investigador disfrazado de cliente, y escoge un macho la azar. Una par de tripulantes lo toman a la fuerza entre gritos, lo desnudan y lo patean logrando debilitarlo. Uno de ellos lo sujeta con unas sogas, su compañero alista el cuchillo y cercena el miembro masculino; un chorro de sangre mancha el suelo y las ropas de los tripulantes, los gritos del hombre son horribles. Los dos carniceros dejan a la presa desangrarse, empaquetan los testículos y se lo entregan al capataz y éste a al investigador.

- Frescos, como usted lo pidió.

- Sí – afirma el falso cliente, escondiendo su gesto asqueado.

De pronto llegan los carniceros del hotel y hablan con el capataz. Sus presas capturadas no son suficientes para ellos y negocian un precio. El capataz acepta el trato con una condición: “Queremos intervenir en la faena”.

El carnicero-jefe le entrega el dinero y todos los presentes, menos el falso cliente participa de la bestial faena.

Los carniceros atrapan al primer humano que ven. Sin prisa introducen sus cuchillos y dejan que sus vísceras resbalen al suelo, lo dejan retorcerse como si lo disfrutaran, hasta que se deciden y buscan los preciados riñones. Mientras tanto, dos tripulantes juegan con una hembra, tras rasgar sus ropas, le ensartan sus macanas por su genital, en medio el ultraje uno de ellos le arranca el brazo y luego la decapita.

La matanza sigue, algunos se divierten como si aquellos fueran sus juguetes. Los azotan los degüellan, los patean, les sacan los ojos y la piel entre horrorizados gritos y cuerpos palpitantes; todo el piso metálico es un gran charco rojo.

Antes de salir, el investigador pregunta:

- ¿Si la caza de humanos está prohibida, por qué no hacen la labor más breve?

- ¿Y por qué habremos de hacerlo? – replica el capataz.

- ¿No se da cuenta que sufren?

- Sólo son animales. Además, nadie tiene que saberlo, mientras haya a quien sobornar.

La cámara culta deja de filmar.

CORTE.

Como han podido ver, la mayoría de nuestros congéneres no dejan de ser mas que unos brutales asesinos. A las presentes y nuevas generaciones les recordamos, que toda especie viva no debe ser vejada por un puñado de dinero, por snobismo o ridículas creencias afrodisíacas. Detengan esta matanza. Los humanos, al igual que otras criaturas, son seres vivos. Demostremos que somos concientes de la vida que nos rodea.

Moraleja a los Terrícolas: Si creen que la cacería de humanos es un acto cruel, miren lo que hacen con las especies que cohabitan con ustedes, y reflexionen, si es que se hacen llamar seres pensantes.

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