Crónicas de mi Lado Oscuro

Creo que he olvidado algo en este tiempo, en que me he dedicado a este singular vicio de escribir; y sí, dentro de todas las rarezas (cualidades para unos, defectos para otros) que forman mí persona es esa: que aparte de ser un demonio, renegado y demás, soy un remiso, eso quiere decir que nunca he realizado el servicio militar obligatorio.

Las razones para no haber cumplido con este “deber patriótico” son algunas, entre ellas, que no me gustan los uniformes, no me gusta que me den órdenes, ni tampoco soportar las altanerías de los superiores en rango. Pero la razón más fehaciente es que el servicio militar, fuera de enseñar valores, inculca a la obediencia ciega, a socavar valores básicos de vida y al maltrato tanto físico como psicológico.

Se les enseña falsas doctrinas de patriotismo, al autoritarismo con lo que es afín a su dogma. Se les enseña lo importante que es el valor y la lealtad pero son ellos los primeros (no todos) en cometer todo lo contrario a esos ideales, faltan el respeto a mujeres, niños y a quien sea solo porque tienen uniforme y arma, deshonrando así lo que tanto pregonan: “defender al país y sus habitantes, y ser un ejemplo para el resto”.

Este modo de “conducta” es consecuencia del “entrenamiento” que reciben los reclutas: insultos de todo tipo, golpes, vejaciones; toda una gama de crueldad como matar a un perro para comer sus vísceras, soportar corrientazos eléctricos, entre otras barbaridades.
Ellos arguyen que es para forjar el carácter, pero lo que consiguen es crear fuertes traumas para quienes se someten a estos tratos, ya que confunden las disciplina con la humillación.
Esta vergonzosa situación no es solo propio de nuestro ejército, sino de casi todos los ejércitos a nivel mundial (con muy, pero muy pocas excepciones) un secreto a gritos, para ser más exactos, y muy poco se hace a para cambiar esta ridícula forma de trato bajo la fantasiosa patria.

Por esa razones, no me enrolé en el ejército y pagué la multa, ya que mi orgullo me ha impedido que vaya a vivir esa “gloria experiencia”.

“Yo soy remiso y estoy muy orgulloso de serlo.
Al uniforme y al fusil no quiero ni siquiera verlos”
(Jaime Guevara)