Crónicas de mi Lado Oscuro

La verdad no sé quien fue el brillante idiota o amante de sexta categoría que se le ocurrió darle propiedades sexuales a ciertos elementos de consumo para despertar el libido y todos los lados eróticos que poseemos los humanos, especialmente los obtenidos a partir de órganos animales.

Que el cuerno del rinoceronte reactiva la erección, que los sesos de mono prolongan el coito, que si las manos del gorila sirven para hacer crecer el miembro masculino y las aletas de tiburón llevan al éxtasis durante una orgía.

¿A qué idiota se le ocurrió que el afrodisíaco es mutilar a otro ser vivo y no se da cuenta que si tiene problemas de eyaculación precoz o impericia en el sexo es sólo cuestión de ayuda sicológica y/o médica?; pero se ve que en pleno siglo 21 aún existen estúpidos que compran a precios exorbitantes una aleta de tiburón o cuerno de rinoceronte sin importar la salvaje y cruel matanza que ello acarrea. Parece que todavía sigue en vigencia el dicho de que “nace un estúpido a cada minuto”.

Por un lado está la ecología mermada por culpa del capricho del hombre, por saciar su más pueril deseo que ha llevado a la extinción a animales hasta hace poco familiares, desde usarlos como prendas de vestir hasta darle connotaciones afrodisíacas a ciertos órganos de sus cuerpos.

Yo supongo que quienes compran estos artículos para solucionar sus asuntos de cama son unos idiotas de primera, que no se dan cuenta que el afrodisíaco no es una sopa de aleta o una infusión de mano de gorila. El afrodisíaco está en la mente de cada uno de nosotros con la que podemos inventar para llevarlos a la práctica y saciar nuestras fantasías más sublimes y perversas. Ese tipo de afrodisíaco esta al alcance de todos, pero creo que muy pocos lo podemos usar, si no vean a los idiotas que demandan esta clase de artículos a costa del sufrimiento de otro ser vivo. Me dan pena y asco de su idiotez.