Crónicas de mi Lado Oscuro

Fue una expedición forzada, lo reconozco. Es el riesgo que se toma cuando se tiene un encuentro a ciegas.

Fue un día sábado en cuestión, donde acompañé a esas dos desconocidas a recorrer los bosques en busca de una cascada conocida por los lugareños como el “Molinuco”.

Traté de hacer ameno la excursión, pero no resultó. Percibí un aire tenso en ellas, mas no de amilané por eso y preferí mi seguridad personal ante cualquier acción insignificante de ellas. En cuanto hubo la oportunidad, hice uno de mis trucos de desaparición, y fui en busca de la cascada por mi cuenta, siguiendo mis instintitos.

Caminé y caminé, hasta que llegué a un punto en que estaba solo, solo en medio del bosque, oyendo el canto de la pájaros y el rumor del río, observado el verdor que me rodeaba y el aire limpio acariciando mi olfato.

¡PERDIDO!

No sentí para nada el temor de no volver. Al contrario, me alegró el hecho de que ellas estuvieran lejos de mí. Sin apuro seguí explorando y llegué a la cascada, tan imponente como hermosa, me quedé maravillado, hasta la llegada de las dos seudo-acompañantes.

Inicié el retorno con ellas desganado, ayudando a cruzar algunos obstáculos con sus risitas idiotas. Me limitaba a observarlas, apurando el paso evitando ese tipo de preguntas que tanto me fastidian como si buscaran el modo de incomodarme, y no lo consiguieron.

Al volver la ciudad, me despedí del mismo modo seco que ellas, muy seguro que jamás volveré a verlas.

...Debo admitir que la compañía de ellas me incomodó bastante, conversaciones simples, preguntas incómodas, nada que logren impresionarme.

Lo dos únicos aspectos positivos de todo esto fueron la piedra triangular que recogí en el río (regalo especial para Yukino) y aquella cascada tan formidable y la sensación que tuve en medio del bosque. ¡Me sentí perdido! ¡LEJOS DE TODO! ¡Acariciando con mis dedos el preámbulo mi Libertad!