Crónicas de mi Lado Oscuro

Hace pocos días, un niño se ahorcó después de mirar la ejecución de Sadam Hussein por la televisión. Este es uno de los tantos ejemplos que se han suscitado desde la llegada de aquel multifacético aparato llamado televisión.

Para bien o para mal, la televisión se ha convertido en parte de nuestras vidas, un compañero electrónico que llena nuestros momentos más solitarios, mostrándonos lo que queremos ver. Es un portal casi virtualmente sin límites, como su reciente pariente el Internet.

Según una investigación que leí alguna vez, un espectador puede aprender a matar en menos de dos meses sólo con mirar la pantalla electrónica llena de programas violentos, o los noticieros sin ética que transmiten escenas fuertes como la mencionada ejecución.

El tema de la libertad de expresión es muy ambiguo para ser tratado, el punto a discutir es cómo dejamos que los niños cometan imprudencias como esa, basándose en lo que miran por TV. No quiero sonar pesimista, pero por más que los “adultos” impidan a los niños ver escenas no aptas para su edad siempre habrá el momento apropiado para que el menor encienda el aparato electrónico y se sacie con el lado sucio que ofrece la televisión. Ejemplo: yo vi mi primera ejecución a los diez años, cuando un fanático nor-vietnamita mató a su conciudadano de un tiro en la cabeza.

Mas aquí hay una diferencia ¿Porqué yo no imité lo que vi? ¿Por qué no maté a mi hermana o a mi compañero de clase? Creo que la respuesta es simple: por los valores que mi madre me enseñó de pequeño, y por el criterio que yo mismo me fui forjando (Matar es malo).

La mayoría de los niños de hogares sin ápice de valores, son proclives a cometer esa clase de atrocidades, ya que al no tener una guía desconoce lo bueno de lo malo. Aún así, la responsabilidad es de todos, desde los canales de televisión, normal y de cable, hasta los espectadores de cualquier edad; no olvidemos que un niño también tiene criterio, que, a diferencia del adulto, puede ser moldeado constructivamente. La televisión no es buena ni mala, es una herramienta que debe ser bien manejada tanto para entretener, como para conocer.

Se puede aprender mucho de la televisión, solo es cuestión de saber discernir.