Crónicas de mi Lado Oscuro

Despertó en su cuarto una mañana de octubre, acompañado por sus últimas lágrimas y la canción que una vez la vinculó a ella sonando toda la noche.

La madrugada se marchó dejando gradualmente una luminosidad a medias, atravesando la ventana y su cuerpo semidesnudo ausente de latidos y muy frío. Había muerto. El dolor infame acabó con él.

El cuarto seguía silencioso, y el frío seguía merodeando alrededor del cuerpo postrado en su cama, rígido como una estatua de arcilla.

Una melodía lejana se filtró al cuerpo del aparente muerto, junto con un calor contagiando sus nervios, sangre, órganos hasta tocar el mismo espíritu.

Abrió los ojos. La melodía milagrosa se hizo más y más vigorosa. Cada parte de su cuerpo comenzó a salir de su letargo, cada movimiento suyo formaron grietas entre la piel muerte como un cascarón y chorros de sangre vaporizada manaron de sus intersticios... ¡Hasta que los fragmentos estallaron de un crugido! Incrustándose en las paredes.

El dolor no acabó con él del todo (por alguna extraña razón que ni el mismo sabía) Inspeccionó la cicatriz, ya no dolía, tampoco había motivo para seguir lamentando.

Se levantó y se puso frente al espejo. Miró por última vez su disfraz de humano que tanto le había encadenado y causado tantas frustraciones. Acarició su piel verdadera y pronunció su nombre, el verdadero, no el que ella conocía. El demonio se miró una vez más. Juró no volver a disfrazarse de humano jamás.