Monday, February 20, 2006

 

Engaño enclaustrado



Te esperaba en esa habitación de motel, recostado sobre la cama matrimonial, indiferente a la televisión de cable, tratando de distraerme con el canal para adultos hasta que llegaras... y no lo hiciste.

Nuevamente te burlaste de mi. Yo como un estúpido te creí, cuando me llamaste al celular.

- Quiero hacerlo otra vez, toda la tarde, sólo contigo.

Yo también lo deseaba, no por placer, sino para confrontar de nuevo mis dudas. Busqué el mejor sitio para nuestro encuentro: el Motel Gaviota (que me recomendó una amiga)

- Ahí estaré- me ofreciste.

Llegué al motel. El encargado me miró extrañado.

- Cliente es cliente – murmuró y me dio la llave. Cuarto 6.

Las horas pasaron. El canal para adultos no dejaba de provocarme. No pude más con la paciencia y te llamé al celular.

- ¿Dónde estás?

- En mi casa.

- Pero, te estoy esperando.

-Sigue esperando. No voy a ir, y no me jodas.

Enmudecí. Eché un vistazo a la pantalla pornográfica, aquellos protagonistas disfrutaban copulando. Cerré los ojos. Mis oídos se aguzaron, captando los bramidos de placer de los cuartos contiguos. Gozando. Todos gozando menos yo.

Abrí los ojos. Me tumbé a la cama y me masturbé con fuerza como nunca antes hasta alcanzar el puto clímax de la eyaculación.

Los gritos de los amantes cercanos y de la televisión siguieron persiguiéndome. Una descomunal ira me advino, grité rabioso y desbaraté mí celular contra la pared pintada de rojo.

Me faltó el aliento, y pese a ello salí del lugar. El exterior me resultó agobiante. Lo único que quería en ese momento era volver a mi casa, a mi cuarto, meterme a mi cama y dormir...

A duras penas, y tras cortarme la yugular... ¡Lo conseguí!

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