Crónicas de mi Lado Oscuro

Una de las cosas que me molestan es que intentes hacerme planes con mujeres a fin de tomar un rol de pareja. Sé que tus intenciones son digamos... nobles, pero sería mejor que no lo vuelvas a hacer, ni siquiera insinuarme sobre alguna posibilidad.

Entiende, ya no me interesan esa clase de dilemas humanos, lo que es más, yo hice una promesa de no volver a explorar ese ámbito, y yo procuro cumplir mis promesas.

Entiende de una vez: ya no estoy para esos jueguitos. Es cuestión de orgullo.

Me temo que éste es el fin del camino contigo, un recorrido que termina como un ocaso irreversible.

Pasamos buenos momentos juntos; hablamos, caminamos y reímos, pero, por más que se intentó, las cicatrices permanecieron muy hondo. Me hubiera gustado que todo volviera a ser como antes, pero ya ves; creo que nuestro episodio tuvo que ser así para ambos, entre el dolor y las heridas, entre la caída y la resurrección. Y sí, desde que volví del otro lado no soy el mismo que conociste; soy otro ante tus ojos escépticos.

No pretendo que me des la razón. Sólo quiero decir que ya es momento de afrontarlo: nuestro vínculo se ha extinguido, ya nada me liga a ti. Debo seguir a mi modo sin mirar atrás ni arrepentirme. Tú puedes quedarte en Tú Prisión de Marfil.

¿Qué cuál es mí deseo?

Sólo uno: que llegue mi día final.

De regreso a casa por la tarde. En la esquina, a dos pasos de mi, una chica camina con una corta faldita. Miro a sus piernas invocando al viento, la faldita se levanta. Es interesante atisbar esos bordes anaranjados y mariposas amarillas volando en el fondo blanco de su tela.

Nota personal: Algún rato debo darme un gusto ¿No lo crees?

Hay mucho silencio aquí ¿Por qué ya no me sorprende eso?

Luna risueña:
baja a mis ojos
en un salto gatuno.

No se tú, pero yo prefiero los días grises a los soleados. Es más, me pongo de muy buen humor en día sin sol.

Como sabrás soy una criatura de sombra, en un día soleado debo proteger mi vista con gafas oscuras y mantenerme en sitios semi-oscuros. Pero cuando hay un día gris, puedo andar sin gafas, sin preocuparme de sentirme enceguecido así como no permanecer en rincones con sombra.

Obviamente que no existe un día perfecto, pero me inclino más a un día gris.